, mi putita preferida

Desde que conozco a Milagros siempre me atrajo, siempre me gustó, y siempre quise volteármela. ¿Será porque es unos años más chica que yo?, ¿será porque tiene un lomo infernal?, ¿o será porque es la esposa de un tipo al que conozco y con el que me une solamente algún negocio ocasional, y las mujeres casadas siempre despiertan mi morbo?. La cuestión es que desde un primer momento hubo química entre nosotros, aún recuerdo esa noche en que nos conocimos ocasionalmente en una fiesta, sus ojos me quemaban mientras su marido conversaba distraídamente con alguien ella sostuvo mi mirada por unos segundos, y casi me vuelvo loco. Me arrimé a saludarlos, y a medida que me acercaba era como si me irradiara el calor de una hoguera. Esa noche quedé como loco, supe que se llamaba Milagros y también supe tarde o temprano iba a suceder algo entre nosotros. 
Un par de semanas más tarde, estábamos a punto de cerrar un trato su marido y yo por una propiedad, quedamos en hablarnos un Viernes, pero el día llegó y no recibí ningún llamado. Intenté ubicarlo en su teléfono, pero fue en vano, por lo que me decidí a ir a su casa. 
Por una parte me ganaba la curiosidad por lo que había sucedido, pero por otra parte estaba un poco nervioso por la posibilidad de volver a ver a Milagros. Golpeé la puerta de la casa y esperé pacientemente a ser atendido. Alcancé a ver el movimiento de las cortinas cuando alguien espió detrás. 
-Un momento, ya voy- dijo una voz femenina. 
Cuando la puerta se abrió vi que Milagros se había cubierto con una bata, mi mente voló inmediatamente ante la posibilidad de que ella estuviera desnuda debajo de esa bata y mi pija se endureció en un segundo mientras imaginaba que le arrancaba esa prenda. La vi sonreír y rápidamente volví a la realidad. Me di cuenta de que algo me había dicho mientras yo estaba colgado de mi imaginación. 
-hola, ¿está tu marido?- le pregunté haciéndome el tonto 
-ja, no, ya te dije que mi marido no está- dijo aumentando la sonrisa en su rostro. 
A cada instante me calentaba más, la imaginé con la misma sonrisa pero totalmente desnuda. 
-¿puedo pasar?, quise llamarlo, pero no pude comunicarme- dije mientras daba un paso hacia adelante. 
-si querés podés pasar, pero él no viene hasta mañana- me dijo ella 
No procesé su respuesta hasta que estaba dentro de la casa 
-¿tuvo algún problema?- le pregunté 
-no, es decir si, su madre tuvo un problema de salud y él la fue a ver- me respondió mientras me señalaba un sillón para que me acomodara. 
Toda la información se agolpó en mi cerebro: El marido no volvía hasta el otro día, ella estaba solamente con una bata puesta y me hacía pasar. Los caminos se abrían definitivamente para mí. 
-¿te ibas a bañar?, puedo irme si querés- le ofrecí 
Volvió a tirarme con su sonrisa que a cada instante me derretía más. 
-no, estaba haciendo un poco de gimnasia nada más- dijo ella. 
Mientras me hablaba desanudó el cordón de la bata, mi corazón dio un vuelco por la excitación, pero pronto me llevé una desilusión, bajo la bata llevaba su ropa de gimnasia, una vieja calza negra y una remera muy ajustada blanca con una inscripción en Inglés en negro. 
-lo que pasa es que no a cualquiera puedo atender así- continuó diciendo. 
-te ves muy bien- observé antes de pensar 
-a cuantas les dirás lo mismo- respondió 
-no, de verdad, te ves espléndida con esa ropa- reafirmé 
No pude dejar de admirar sus piernas y sus tetas, perfectamente demarcadas. 
-¿de verdad te gusta?- preguntó ella. 
Lo que sucedió fue muy repentino e inesperado. Ella se dio vuelta, ofreciéndome la vista de su culo, mientras arqueaba un poco su espalda, lo que hacía resaltar aún más sus nalgas. Me puse de pie de un salto, y me acerqué a ella, la tomé del vientra y la atraje hacia mí. 
-¡pará un poquito!, ¿qué hacés?- exclamó riendo pero sin moverse un ápice 
Le besé el cuello y ella llevó su mano hacia atrás, a mi nuca. 
-me volvés loco- le dije suavemente al oído 
-me parece que sos un poco calentoncito- dijo ella mientras con su culo daba suaves empujoncitos hacia mí. 
Sin demora me hundí por debajo de su remera y rápidamente llegué al borde su sostén, que deslicé hacia arriba liberando sus tetas. El supremo momento en que mis dedos rozaron sus pezones fue coronado por un dulce gemido de Milagros, que buscó mi boca por sobre su hombro. Nos besamos con furia mientras sus empujones hacia mí se volvían fuertes y decididos. Mi mano comenzó a bajar por su vientre y se introdujo por debajo de la calza, sentía en mis dedos el relieve de una tanga trabajada, como si fuera de encaje. Rápidamente giró hacia mí, con mi mano aún entre sus piernas. Ella comenzó a quitarme la remera, por lo que tuve que alzar los brazos y abandonar el contacto con ella, pero luego la imité y también le quité la remera. Ella desprendió su corpiño y se lo quitó. Nos volvimos a besar, yo estaba como loco, pues sentía la presión de sus tetas contra mi pecho. Fue ella quien deslizó la mano hacia mi pija. La acarició por sobre el pantalón. Yo me dispuse a bajar la calza, pero ella me sostuvo las manos mientras comenzaba a arrodillarse frente a mí. 
Sin demoras desprendió mi pantalón que cayó pesadamente al suelo. Mi ropa interior no tardó en unirse a ellos en el suelo. Mi verga parecía de piedra. Rápidamente ella la tomó entre sus manos y la hundió en su boca. 
-mmm, me encanta chupar pijas- me dijo ella 
Volvió a hundir mi verga en su boca, la dejó unos instantes así mientras su lengua jugueteaba con la punta. 
-es una buena forma de tener un hombre en mi poder- dijo 
Me dio un empujón y yo caí sentado en el sillón, inmovilizado por el avance de ella. 
Ahora comenzó a masturbarme, su mano subía y bajaba rabiosamente por mi verga. 
-¿ves?, si quiero te hago acabar aquí mismo- exclamó con voz decidida. 
La tomé de la cabeza y la forcé hasta mi pija, ella abrió su boca dispuesta a no perderse el bocado. Chupó mansamente por un buen rato. Yo también sabía que de seguir así pronto me vería al borde de mi propia acabada, por lo que la interrumpí y me puse de pie nuevamente, ella hizo lo mismo y volvimos a quedar frente a frente. Con fuerza y rapidez la hice girar, y hundiendo mis dedos en el borde de su calza la bajé rápidamente, arrastrando la tanga en el movimiento. Por fin la tenía desnuda, su cuerpo lucía esplendoroso, por lo que me quedé admirándola por unos instantes. Luego la llevé contra la mesa a unos pocos pasos de donde estábamos. 
Hice que apoyara sus manos en la tabla, por lo que se recostó ofreciéndome su espalda y su culo. Sin miramientos busqué su raja con mi verga, y la hundí con fuerza. 
-ayyy, hijo de puta, me vas a partir- dijo ella 
Seguramente fue un estudiado comentario de ella, a sabiendas que a los hombres no encantan ese tipo de dichos. 
La tomé de la cintura mientras yo arremetía contra ella furiosamente una y otra vez. Ella me miraba por sobre su hombro, con gesto entre suplicante y desafiante. 
-¿te gusta la pija?- pregunté 
-si, me encanta- respondió 
-¿te gusta coger?- 
-si, me encanta que me den verga- 
Yo estaba caliente como nunca, necesitaba cogerla por una eternidad, por lo que no paré de moverme con fuerza. De permanecer inmóvil, ella pasó a moverse, su culo iba y venía decididamente mientras su concha albergaba mi verga una y otra vez. 
-yo te voy a dar verga- dije 
-dame, dame así, dame con todo- exclamó ella mientras su mano parecía querer empujarme desde mi cadera. 
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero sí sé que fue un buen rato. Noté como sus palabras se espaciaban y como su respiración se hacía más profunda hasta convertirse en un suave jadeo. Sus manos se aferraron al borde de la mesa y sus empujones se hicieron más vigorosos aún 
-voy a acabar, me vas a hacer acabar- me dijo 
Inmediatamente exploté en su interior, mi leche comenzó a fluir en gruesos borbotones mientras ella se deshacía en temblores y gemidos quejumbrosos. 
Nos quedamos inmóviles un segundo mientras yo retiraba mi pija momentáneamente fuera de combate. Ella se puso de frente a mí mientras sus manos buscaban mi huevos para acariciarlos. El contacto surtió efecto inmediato, como si fuera un perro amaestrado mi verga saltó hacia adelante, endureciéndose instantáneamente. 
-¿tenés más para mí?- preguntó ella 
Como única respuesta la alcé en mis brazos para depositarla sobre la mesa, ahora su espalda se acomodó sobre la tabla mientras ella abría sus piernas. Mi verga entró con suma facilidad, aunque ella arqueó su espalda mientras se quejaba amargamente. 
-huy, que buena verga que tenés- dijo ella 
-es más grande que la de mi marido- agregó 
Yo volví a moverme una vez más, atacando una y otra vez esa concha hambrienta que devoraba mi verga ávidamente. Apoyé mis manos en sus tetas, pellizcando sus pezones mientras apoyaba sus propias manos sobre las mías. Por un instante creí que iba a volver a acabar, pero ella interrumpió el acto, parándose de improviso ante mí. Sus manos me empujaron hacia atrás, debí buscar el sillón para no caer al suelo. 
-¿te dije que me encanta dominar?- me preguntó mientras yo sacudía mi cabeza como un bobo. 
Mi verga había recuperado definitivamente su dureza, y ella se acomodó sobre mí, de frente. Pasó sus rodillas una a cada lado de mis piernas y comenzó a sentarse. Ahora era yo quien sentía como mi verga entraba y salía en ella, sus manos en mi pecho y su cabeza echada hacia atrás dejaba al descubierto su hermoso cuello. 
-quiero tu leche- me dijo 
-sos una hija de puta- dije yo 
-si, una hija de puta que quiere tu leche- agregó. 
La realidad se nubló a mi alrededor, el instante de la acabada se acercaba rápidamente. 
-¿vas a acabar?- me preguntó 
Yo asentí apenas mientras ella interrumpía una vez el polvo. Intenté sostenerla para poder acabar, pero no pude. 
-¿Qué hacés yegua?- exclamé 
Ella rió 
-¿Qué te pasa?, ¿querés echarme la lechita?- 
-dale, sentate- le dije con fastidio 
Ahora me dio la espalda y sosteniéndose de mis rodillas comenzó a sentarse. Pensé que le iba a hacer el culo, pero ella misma dirigió mi verga hacia su raja. 
-¡así está mejor, la siento más adentro!- dijo ella 
A mí no me importaba en lo más mínimo la posición, lo único que quería era acabar, por lo que tomándola de la cintura comencé a marcarle el camino de subida y bajada. Cada tanto ella daba un rodeo con su caderas, para reiniciar luego los sentones. 
-ahora si, dame pija, dame tu leche- dijo 
Yo exploté inmediatamente, creo que fue una de las mejores acabadas de los últimos tiempos. 
Ella daba severos sentones mientras yo inyectaba una y otra vez mi leche en ella. 
Por fin nos detuvimos, yo estaba agotado al igual que ella. Me respaldé en el sillón y ella hizo lo propio sobre mí. Mi verga descansaba absolutamente noqueada. 
Por un rato nos quedamos así, sus nalgas apoyadas en mi pelvis, y mis manos en sus tetas, acariciándola lentamente. 
-que buen polvo- le dije 
-estuvo bueno, pero podría haber sido mejor- dijo ella y lanzó una risa al aire. 
-yegua- le dije 
Yo ya imaginaba una relación oculta entre ella y yo. 
-esto es lo bueno del sexo sin compromiso, ahora vos te vas y yo me quedo tranquilita y satisfecha- aclaró ella como adivinando mis pensamientos. 
-¿lo haces seguido a esto?- le pregunté 
-ufff, más de lo que suponés y con más gente de lo imaginás- dijo 
-pero, ¿y tu marido no se entera?- pregunté 
-siempre espero sus viajes de negocios- dijo riendo 
Comenzamos a vestirnos, y luego de un café me fui a mi casa, agotado e intrigado por la capacidad de esa mujer para calentar a quien quisiera. 
Un par de semanas después fuimos con su marido a hacer negocios a Buenos Aires, no pude dejar de pensar en los polvos que Milagros debe haber disfrutado en esos días. 

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